domingo, 24 de octubre de 2010

La elaboración de la imagen.

Aquí dejo un artículo de Rosa Isabel Vázquez (fotógrafo). Que considero interesante y nos puede servir para el trabajo de Historia de la fotografía, así como para Teoría de la imagen.


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Fecha de publicación: 08/07/2010
La elaboración de la imagen

Composición en Fotografía Parte I: Los elementos formales.
Rosa Isabel Vázquez

El dominio de la composición es fundamental para conseguir captar imágenes de verdadera calidad que proporcionen al fotógrafo una vía de expresión y que, al mismo tiempo, sean capaces de ofrecer un mensaje claro al que las visualiza.

De la mano de Rosa Isabel Vázquez, nos vamos a adentrar en el fascinante mundo de la elaboración de la imagen a través de una serie de artículos en los que aprenderemos, de forma clara y sencilla, cómo funciona el lenguaje fotográfico y su aplicación para mejorar nuestras composiciones.

Rosa Isabel Vázquez (www.rosavazquez.com) es una destacada fotógrafa profesional, especializada en la fotografía de paisaje, profunda conocedora de un tema tan interesante y necesario para el fotógrafo como es la composición. Formada en la prestigiosa escuela de fotografía EFTI, en la que realizó un Curso profesional y, posteriormente, un Master Internacional (Madrid, 2002), actualmente co-dirige el estudio de fotografía Imagenat y desarrolla una importante labor formativa a través de su escuela, Aulaimagenat (www.aulaimagenat.com), realizando también cursos de fotografía para otras muchas entidades. Entre otras temáticas, imparte un curso de composición que está reconocido como uno de los más completos e interesantes del mercado. Su obra de autora se distribuye a través de dos galerías de arte (España y Japón) y ha recibido numerosos reconocimientos a nivel nacional e internacional.

Esperamos que estos artículos os resulten de gran interés.

Cuando comenzamos a fotografiar, todo nuestro esfuerzo se dirige a captar aquello que nos llama la atención, buscamos transmitir nuestro particular punto de vista, dejándonos guiar por nuestro instinto. A pesar de la ilusión y el entusiasmo, normalmente, no conseguimos nuestro propósito y, muy pronto, llegamos a la conclusión de que nos hace falta dominar la técnica para poder plasmar aquello que tenemos en mente.

En esta segunda fase, la del aprendizaje, compramos libros, asistimos a cursos, consultamos Internet, preguntamos a amigos... hasta que conseguimos unos conocimientos técnicos que nos permiten manejarnos con soltura en la fotografía y realizar las imágenes con corrección.

Es en este momento cuando notamos que, a pesar de todo, todavía no conseguimos imágenes que representan aquello que estábamos viendo o, más bien, transmitir aquello que estábamos sintiendo. ¿Qué nos falta?

La técnica no deja de ser una herramienta y, aunque necesaria, en ningún caso debe convertirse en la razón de ser de una fotografía. M. C. Escher, famoso dibujante, dedicó 13 años a desarrollar su técnica. Él afirmaba que todas las ilustraciones realizadas durante ese periodo tenían escaso valor pues sólo eran el fruto de la puesta en práctica de dicha técnica. Posteriormente, se concentró en la tarea de transmitir ciertas ideas personales, utilizando ahora la técnica como una herramienta en lugar de una razón de ser. Son estas imágenes las más valoradas por el propio autor.

El siguiente paso sería, entonces, adentrarnos en el campo de la elaboración de la imagen, donde una serie de pautas compositivas nos ayudarán a entender cómo funciona el lenguaje de la fotografía y cómo utilizar sus elementos y cualidades.

Es importante tener en cuenta que no basta con saber manejar los elementos compositivos y conseguir imágenes efectivas, simplemente estéticas. El fotógrafo debe tener un propósito a la hora de realizar una fotografía y, además, alcanzarlo con un estilo propio. Se trata, en realidad, de poner estos conocimientos compositivos al servicio de nuestro punto de vista personal para lograr la difícil tarea de transmitir algo a los demás. Cuando conseguimos esto, hemos logrado nuestro objetivo.

A través de una serie de artículos, vamos a describir los distintos componentes del lenguaje fotográfico así como diferentes pautas que nos guiarán en el proceso de la composición, estableciendo las bases que nos van a permitir desarrollar un estilo personal propio con el que perseguir esa complicada meta que es conmover a los demás a través de nuestras fotografías.

EL LENGUAJE FOTOGRÁFICO

Desde el principio de la fotografía, a mediados del siglo XIX, la composición ha sido una de las principales preocupaciones de los fotógrafos.

Todas las disciplinas artísticas poseen su propio lenguaje y, puesto que la imagen fotográfica traslada un mundo tridimensional a sólo dos dimensiones, inicialmente, muchos de los principios de la composición pictórica se intentaron trasladar a la fotografía. Los fotógrafos pictorialistas apoyaban esta idea pues buscaban una vía fácil para que la fotografía fuese reconocida en el mundo artístico. Pero, ante esta imposición, muchos fotógrafos se rebelaron, afirmando que la fotografía era algo único ya que, mientras un pintor podía “inventar” y componer a su antojo, un fotógrafo debía seleccionar una parte de lo que veía, sin la posibilidad de eliminar o situar sus elementos libremente.

La fotografía, por tanto, posee un lenguaje muy particular y el aprendizaje de su funcionamiento va a facilitar la fluidez a la hora de transmitir nuestras ideas.

Será necesario, entonces, conocer no sólo los elementos formales, que corresponderían al vocabulario en la escritura, sino también su gramática; en este caso, la composición fotográfica, para después lograr construir discursos completos propios que comuniquen de una manera convincente y original.

Por supuesto, estas pautas son flexibles y siempre tenemos la opción de romperlas o adaptarlas a nuestro estilo pero, para poder hacerlo, primero, deberemos conocerlas.

LOS ELEMENTOS FORMALES

Son los ingredientes básicos de una fotografía. Elaborar una imagen se basa en escoger y organizar estos elementos (o elegir el instante en que se recogen) para conseguir una propuesta visual que se ajuste a nuestros propósitos de comunicación.

Cada elemento tiene significado por sí mismo, como si de una nota musical se tratara. Pero el verdadero sentido de la imagen se conseguirá a través de todo el conjunto, igual que una pieza musical lo hace a través de su partitura, en la que cada nota ocupa su lugar y, todas juntas, conforman, por ejemplo, la melodía.

Por ello, debemos entender que el uso de los elementos formales no es individual sino que lo habitual es encontrar una combinación de ellos pero su estudio se hace por separado para facilitar su compresión.

En fotografía, los elementos formales son: el punto, la línea, la forma, el volumen, la textura, el tono, el contraste y el color. Veamos cada uno de ellos:

El punto

Es el elemento más básico. Debe ocupar una parte pequeña de la imagen pero, para que sea significativo, tiene que contrastar con su entorno. Su posición es crucial para la estética de la fotografía; sobre todo, a la hora de aportar el equilibrio o interés deseado.

Tiene una gran fuerza visual de atracción sobre la mirada. Además, las imágenes que contienen un solo punto suelen transmitir aislamiento y soledad.

En la foto del ejemplo "El punto", tomada en Noruega junto al fotógrafo José Antonio Fernández, buscamos un elemento con mucha fuerza que compensara el gran protagonismo de la tormenta. Esa pequeña isla actuó como un punto al que, aún sin quererlo, se dirige inevitablemente nuestra mirada. La magia duró un instante ya que, rápidamente, la fuerte tormenta nos alcanzó y tuvimos que ponernos a cubierto.

La línea

En la foto del ejemplo "La línea", una imagen compuesta por líneas curvas cuya textura y color le aportan un aire especial. Las nubes del cielo, que parecen casi converger con los flysch, terminan de fortalecer la composición de una fotografía que me ha proporcionado muchas satisfacciones.

Cuando nuestra imagen contiene más de un punto, nuestra mente tiende a conectarlos a través de una línea óptica.

En una fotografía, las líneas suelen guiar nuestra mirada por lo que debemos utilizarlas para reforzar nuestra intención compositiva. Podemos emplearlas para hacer penetrar nuestra visión en la fotografía, llevándonos por la imagen hasta el centro de interés (en este caso se consiguen fotografías de enorme fuerza). O, también, podemos hacer salir nuestra mirada de la foto lo más suavemente posible ya que si el recorrido de una línea nos lleva fuera de la imagen de forma inmediata, la fotografía puede perder gran parte de su interés.

Podemos encontrar líneas que sean reales o creadas virtualmente por nuestra mirada, pueden estar presentes o adivinarse uniendo una serie de puntos que aparezcan en la imagen. Además, las podemos encontrar rectas (horizontales, verticales o diagonales) o curvas.

Las líneas tienen diferente capacidad de expresión según su forma y esto podemos utilizarlo para transmitir ciertas sensaciones en nuestras composiciones.

- Las líneas horizontales expresan estabilidad, calma y descanso. También sugieren distancia y amplitud.

- Las líneas verticales representan un equilibrio de fuerzas estático. Son estables y su dirección es la misma que la fuerza de la gravedad.

- Las líneas diagonales transmiten dinamismo pues representan una tensión no resuelta. Crean una sensación de expectación, de movimiento y de inquietud. La diagonal conduce la vista más que ningún otro tipo de línea por lo que es muy útil como recurso para dirigir la atención.

- Las líneas curvas pueden tener dinamismo pero de una forma más calmada y lenta. La progresión de la curva le proporciona ese ritmo del que carecen las líneas rectas. Por su asociación con las curvas del cuerpo humano, se relacionan con la belleza y la sensualidad.

La forma

En la foto del ejemplo "La forma", un día de niebla, fotografiando en la costa, descubrí esta roca, de forma muy peculiar, que desató mi imaginación: parecía observarme con desaprobación y un cierto aire amenazante.


Las líneas pueden perfilar una forma y, a veces, ésta se convierte en el aspecto más importante de una fotografía.

Es más interesante insinuar la forma que representarla completamente. Y cuando se trata de una forma conocida, puede bastarnos su silueta o perfil para reconocerla.

A nuestra mente le gusta jugar de forma incansable por lo que siempre va a buscar formas reconocibles en todo aquello que visualicemos. Podemos utilizar esta característica tan peculiar de nuestro pensamiento para sorprender e, incluso, para enviar mensajes a través de nuestras imágenes, incluyendo en ellas formas determinadas que, automáticamente, nos lleven a relacionarlas, por su similitud, con algo que en realidad no está presente.

Si el aspecto más interesante de nuestra composición es una forma, podemos enfatizarla siguiendo estas recomendaciones:

- Eliminar los detalles del sujeto principal, de manera que sólo percibamos su forma; por ejemplo, utilizando un contraluz que sólo destaque su silueta.

- Una gran diferencia de tono o de color entre la forma principal y el fondo nos va a ayudar a que no se confundan.

- Asegurarnos un fondo homogéneo que no distraiga.

- Realizar la foto situándonos muy próximos al motivo para conseguir aislarlo.

El volumen

En la foto de ejemplo "El volumen", vale la pena madrugar si duermes en el desierto del Sahara pues, cuando el sol aparece sobre un horizonte despejado y lo baña con su luz rasante y dura, parece cobrar vida, adquiriendo sus dunas un volumen espectacular. La magia dura poco pues el sol se eleva rápidamente, las sombras desaparecen y el desierto parece perder su magnitud.


Para conseguir transmitir sensación de volumen en un formato bidimensional, necesitaremos captar el sombreado del sujeto o de la escena. Por tanto, van a ser las sombras las que permitan ese efecto de tercera dimensión.

Si queremos resaltar esta cualidad de volumen, lo conseguiremos utilizando una luz oblicua. La luz frontal y la difusa nos dará como resultado, por el contrario, imágenes mucho más planas.

La textura

En la foto del ejemplo "la textura", fotografiando en San Juan de Gaztelugatxe, en Vizcaya, decidí establecer como primer término una roca con un curioso hueco. Me llamó la atención su textura pero la luz suave de un sol que ya se había puesto no la resaltaba. Con un flash de mano, aporté la luz lateral que necesitaba.

Es la estructura de la capa superficial de los objetos y, cuando es muy marcada, logra conferir realismo a la imagen ya que estimula nuestro sentido del tacto.

Podemos exagerar esta textura para provocar ciertas emociones o bien podemos optar por todo lo contrario, buscando producir un efecto suave o envolvente.Al igual que con el volumen, la iluminación va a ser primordial a la hora de resaltarla, con una luz lateral, o reducirla, con una luz frontal o suave.

No siempre hablaremos de una textura real, también podemos despertar nuestro sentido del tacto con una imagen de características más amplias como, por ejemplo, una vista general de un campo de cultivo.

El tono

En la foto del ejemplo "El tono", en la Isla de la Palma, un amanecer tomentoso me dio la oportunidad de captar imágenes bastante monocromáticas. Este es, además, un buen ejemplo de fotografía con una extensa gama tonal.
Si nos imaginamos nuestra escena sin color, el blanco, el negro y toda la gama de grises constituiría su gama tonal.

La diferencia entre estos tonos va a ser fundamental, ya que nos proporcionará la información sobre el volumen y la textura presentes en nuestra imagen. Por eso está tan relacionado con el contraste, que es el que nos va a determinar la relación entre los tonos de una fotografía.

El contraste

Se trata de la diferencia de tonos que hay entre las distintas zonas de la imagen. Una imagen resulta visible gracias a su diferencia de contraste respecto a los valores de los tonos que la rodean.

Imágenes muy contrastadas pueden transmitir una gran fuerza y ser muy llamativas, simplificando las formas y enfatizando volúmenes y texturas. Pero contrastes más bajos suavizan la escena y pueden crear una atmósfera llena de sensaciones.

En la foto del ejemplo "El contraste", los paisajes con niebla nos permiten obtener imágenes con bajo contraste, capaces de sugerir ambientes muy delicados.

El color

El color añade una dimensión nueva a la composición de una fotografía. La interpretación del color es compleja y a menudo se debe hacer relacionándolo con el resto de los recursos visuales, asumiendo que tiene una lectura tanto óptica como emocional.

Algunos colores poseen una fuerte atracción visual. Los colores saturados (puros) atraen la vista del observador y resultan muy impactantes. Por eso, nos resulta tan excitante cuando fotografiamos un amanecer de colores rojizos muy intensos.

Los colores suaves, sin embargo, crean sensación de placidez, idealizan la situación y se asocian a la ensoñación. Son los más adecuados para captar escenas mucho más sutiles.

Además, los colores tienen asociaciones psicológicas que, en muchas ocasiones, van a depender de las culturas. Mientras en occidente el blanco se relaciona con la pureza, en países como India significa duelo, luto o muerte.

En la cultura occidental, cada color tiene asociada una serie de cualidades. Por ejemplo, el rojo se relaciona con el calor, la pasión e incluso el peligro. El amarillo, con el sol y el calor y puede resultar alegre pero también agresivo. Sin embargo, el azul transmite frialdad pero también tranquilidad, frescor o humedad. El verde (que es opuesto al rojo) es el color de la esperanza, de la primavera y de la vida en la naturaleza, aunque puede sugerir enfermedad y descomposición. El violeta (opuesto al amarillo) resulta difícil de interpretar, a menudo se le asocia con el misterio y a veces se confunde con el púrpura, que tiene connotaciones religiosas. El naranja (opuesto al azul) mezcla la lectura del rojo y del amarillo, transmite calidez y se asocia a la festividad.

Debemos tratar los colores como entidades relacionadas que se percibirán de diferente manera según los colores que tengan cerca. Por ejemplo, la combinación de colores complementarios (opuestos en el círculo cromático), siempre resulta muy llamativa. Aplicado a la fotografía de paisaje, es bastante clásica la unión del naranja y el azul (dunas bajo un cielo despejado, por ejemplo) para lograr imágenes que resulten atractivas. El combinar, sin embargo, colores muy próximos en el círculo cromático nos dará un resultado mucho más armonioso.

En la foto del ejemplo "El color", El Pacific Crest Trail es una ruta de senderismo que cruza Estados Unidos de norte a sur. Esta diapositiva fue tomada un día de fuerte lluvia en una de sus partes más espectaculares y remotas, la que discurre por las montañas Cascades. Los suaves colores de la laguna creaban una atmósfera muy especial que transmitía tranquilidad.

Cuando comenzamos a estudiar inglés, primero aprendemos un vocabulario básico (casa, perro, gato…), pero ¿qué hacemos después con todas esas palabras? No seremos capaces de hablar este nuevo idioma mientras no sepamos cómo utilizar esos términos, cómo organizarlos, por lo que tendremos que aprender el funcionamiento de esa nueva lengua para poder expresarnos a través de ella. De la misma manera, ahora que ya conocemos la naturaleza de los diferentes elementos formales, el siguiente paso será, entonces, estudiar cómo trabajar con ellos a la hora de elaborar una imagen.

En el próximo artículo, abordaremos la organización y la estructura del espacio a través de ejemplos prácticos que harán más sencilla la compresión de los distintos conceptos compositivos. Todo este conjunto nos ayudará a descubrir, para después dominar, el lenguaje de la comunicación visual.
La elaboración de la imagen II

Composición en Fotografía Parte II: La organización del espacio (I).
Rosa Isabel Vázquez
En el artículo anterior aprendimos a identificar los elementos básicos que podemos encontrar en una imagen, lo que equivaldría, como comentamos, a conocer el vocabulario de una nueva lengua. Pero, para que estas palabras sueltas puedan tener sentido, tendremos que aprender también a construir oraciones en ese nuevo lenguaje. De igual manera, en fotografía, vamos a estudiar cómo organizar esos elementos formales dentro nuestra imagen para, después, elegir la opción que más nos acerque a nuestros propósitos de comunicación.

Cuando vamos a tomar una fotografía, encontramos muchos motivos por escoger y una gran variedad de valores con los que jugar. Aunque en general no podamos cambiar las condiciones de la toma (muchas veces nos enfrentamos a momentos únicos o a condiciones meteorológicas muy particulares), sí que tendremos la posibilidad de tomar una gran cantidad de decisiones compositivas que nos van a permitir obtener el resultado deseado.

La cámara sólo puede captar una parte de todo lo que tenemos ante nosotros, por lo que debemos decidir con criterio qué incluimos en la foto y qué descartamos. Cuando somos fotógrafos principiantes y nos encontramos en un lugar lleno de cosas interesantes, normalmente, nos empeñamos en que salga “todo” en una única captura. Si subimos al monte, es posible que intentemos tomar una foto que incluya el prado, los árboles, el río, las flores, el refugio, el pico con nieve… El resultado siempre es una imagen en la que, en realidad, no se aprecia “nada” concreto. Seguramente, contendrá una enorme mancha verde (nuestra fragante pradera) y el resto de elementos apenas serán anecdóticos.

Por ello, simplificar resulta una parte esencial en la composición, enfatizar nuestro motivo principal y eliminar los elementos visuales que recargan la imagen va a permitir que el mensaje sea más fácil de percibir para la persona que lo observa. Si decidimos tomar una foto que incluya el río y los árboles, otra con las flores y la pradera, otra del pico nevado y otra del refugio, por ejemplo, sí estaremos describiendo de una manera clara y sencilla cómo es ese precioso lugar que tanta impresión nos ha causado.

Pero hay otras decisiones que tomar respecto a los elementos que incluiremos en nuestra fotografía: la ubicación y tamaño del motivo seleccionado, el equilibrio entre sus elementos formales, el papel del fondo, destacar unos sujetos y quitar importancia a otros... en definitiva, cómo organizar el espacio de nuestra imagen, que es precisamente en lo que va a consistir la composición.

Todo ello será analizado a lo largo de este artículo y del siguiente, su segunda parte, en el que estudiaremos las reglas compositivas, así como el equilibrio y las distintas implicaciones de los elementos, según su situación.

EL ENCUADRE

Si pensamos en nuestra foto como si de un cuadro se tratase, imaginando que un marco nos la delimita, estaremos hablando de su encuadre.

Cada vez que miramos por el visor, aparecen varias fotografías posibles y, de nuevo, es el fotógrafo quien debe seleccionar la opción que mejor refleja aquello que quiere contar. El encuadre establece nuestra visión, nuestro punto de vista y nuestra reacción ante él.

En ocasiones, podemos utilizar algún elemento para enmarcar nuestro encuadre. En esta ocasión, aproveché una pequeña cueva, que servía de paso entre dos playas cuando la marea estaba baja, para poner marco a la imagen. Tuve que esperar a que la marea subiera lo suficiente para poder captar al mar entrando en la cueva sin que resultara demasiado peligroso.

El formato
Las proporciones y la orientación del encuadre (horizontal o vertical) van a ser los que dicten cómo va a continuar el proceso de la composición. Cada formato va a necesitar un tratamiento diferente en función de la ubicación del motivo.

El formato rectangular es el más común y suele seguir la proporción 3:2 en las SLR digitales, herencia de las cámaras de 35 mm. Las cámaras compactas, sin embargo, han adoptado la proporción 4:3, menos alargada y que encajaba mejor en las pantallas de los ordenadores (hoy día hay una tendencia a las pantallas panorámicas).

Las tomas horizontales favorecen la lectura de izquierda a derecha. Esto produce una sensación de amplitud, de “espacio abierto” y proporciona tranquilidad y naturalidad.

Generalmente, cuando empezamos a fotografiar, realizamos casi todas nuestras imágenes en formato horizontal. Esto es debido, por un lado, a la ergonomía de la cámara, que resulta más cómoda y natural de utilizar de forma apaisada y, por otro, y más importante, a que nuestra visión binocular nos hace ver de forma horizontal.

Las tomas verticales potencian un mayor sentido de profundidad. La lectura normal de este tipo de formato es desde el primer término hacia atrás y hacia arriba. Son imágenes en las que suele ser más fácil sintetizar sus elementos y por tanto conseguir composiciones con mayor fuerza.

Una vez que el fotógrafo “descubre” el formato vertical, suele pasar por una etapa en la que casi todas sus imágenes son verticales, pues resulta más sencillo conseguir una buena composición de esta forma, al ser más fácil sintetizar. Normalmente se trata sólo de una fase y, con el tiempo, recupera de nuevo el uso de ambos formatos.

La representación vertical u horizontal del motivo fotográfico se apoya, a menudo, en la proporcionalidad que se produce entre las dimensiones y forma del motivo y el propio marco fotográfico.

Dos visiones diferentes de un intenso amanecer en la Isla de la Palma. A menudo, vale la pena trabajar ambos formatos en busca del que mejor represente nuestra intencionalidad. Después, siempre podremos elegir.

El formato cuadrado tiene su origen en ciertas cámaras de medio formato. Resulta perfecto para escenas sencillas y minimalistas. También es adecuado para fotografiar motivos y texturas. Transmite sensación de estabilidad pero también de formalidad, por lo que resulta poco dinámico. Es un formato que puede resultar complicado para trabajar pues, debido a su equilibrio perfecto, la mayoría de los sujetos no se adaptan bien a su organización cuadrada.

Los formatos panorámicos invitan al observador a explorar y descubrir su propio punto de vista dentro de la imagen. Crean una sensación envolvente y resulta amplia a la vez que llena de detalles.

Gracias a la era digital, este formato está viviendo un momento de auge, pues ahora se encuentra al alcance de todos. Antes era necesario disponer de una cámara especial para poder realizar este tipo de fotografías; ahora, es suficiente con realizar una serie de fotografías y ensamblarlas con el software adecuado.

Además, actualmente se está desarrollando un tipo de panorámicas, pensadas para ser vistas en el ordenador, que cubren 360 grados. Si, además, muestra también 360º en vertical, estaremos hablando de fotografía esférica, en la que el espectador se encuentra totalmente inmerso en la imagen y es capaz de navegar por ella. Es el formato que genera más implicación al observador.

Ángulo de toma

Dado que la imagen en fotografía está formada por un sistema óptico, la elección de la lente va a ser esencial en el proceso del diseño.

La longitud focal va a determinar el ángulo de visión (cantidad de escena que se abarca con un objetivo). Pero no sólo eso. Además, determinará en gran medida la geometría de la escena y también puede afectar profundamente su carácter. Diferentes objetivos ofrecerán distintos efectos en la estructura lineal de la imagen, en la percepción de la profundidad, en las relaciones de tamaño y en las cualidades más expresivas.

La lente normal es aquella que abarca un ángulo aproximado de 45º y es la que se corresponde con la visión humana.

El uso de una lente angular me permitió captar el ambiente de este río asturiano. Los diferentes planos y las líneas convergentes, representadas por ambas orillas, me proporcionaron una imagen de gran profundidad, en la que el cauce parece perderse en el interior del hayedo.

La lente angular (>45º) exagera la perspectiva, realzando el primer plano y alejando el fondo.

Estas focales permiten captar imágenes de una gran profundidad, con múltiples y diferentes planos. Como tienen tendencia a producir diagonales, también crean cierta tensión dinámica. Además, al enfatizar la perspectiva, suelen implicar al espectador.

Cuando se trabaja con una lente angular, sobre todo en formato horizontal, hay que ser muy cuidadoso con los elementos que se encuentran cerca de los extremos, pues es fácil incluir algún sujeto no previsto ni deseable, que puede aparecer en su totalidad o, peor aún, sólo en parte. Un ejercicio muy positivo, después de realizar una toma, es repasar los bordes de la imagen para asegurarnos de que no contiene ningún elemento no deseado, pues además, en muchas cámaras, lo que contemplamos a través del visor no se corresponde exactamente con nuestra captura.

Ciertas lentes angulares permiten obtener encuadres muy extremos pero también suelen introducir cierta distorsión, deformando la imagen. A veces podemos utilizar esta característica para conferir mayor espectacularidad a nuestra fotografía pero, como en todo, conviene no abusar.

Los teleobjetivos (<45º) nos acercan al sujeto y comprimen la perspectiva.

Son focales que permiten sintetizar los elementos más fácilmente y, además, pueden lograr una aparente relación entre objetos que en realidad están bastante separados entre sí. Proporcionan una vista selectiva, simplifican la estructura lineal de la imagen y tienden a distanciar al espectador de la escena. Conservan los ángulos rectos y dan como resultado imágenes más estáticas.

La caldera de Taburiente se ocultaba tras la niebla, apareciendo de cuando en cuando con un aire casi místico. Deseaba captar esa magia en una imagen sencilla, a la vez que concreta, por lo que utilicé un teleobjetivo para realizar la captura.

Punto de vista

La posición de la cámara puede modificar el interés de la fotografía y dar como resultado imágenes muy diferentes.

Al realizar una toma desde abajo, magnificamos el motivo del primer plano. De esa manera podemos enfatizar el interés del sujeto elegido y darle un mayor protagonismo dentro de la escena.

Deseaba una imagen algo diferente de esta espectacular cascada así que la rodeé y me situé detrás de ella para captar su caída. El único problema, la continua y fina lluvia que me obligaba a limpiar la lente en cada toma.

Una toma alta, sin embargo, nos va a permitir separar los planos entre sí, ayudándonos a obtener imágenes más claras y limpias, donde los elementos no se superpongan entre sí.

Buscar un punto de vista diferente a través de tomas frontales, laterales, posteriores… nos va a permitir mostrar nuestra mirada más original.

La perspectiva.

La perspectiva es la representación de una realidad tridimensional en una superficie bidimensional.

Al no ser algo real, será necesario simularla. Podemos reforzarla de muchas formas: eligiendo un punto de vista que muestre diferentes distancias, utilizando un gran angular, incluyendo sujetos cálidos contra fondos fríos, empleando una iluminación directa, no difusa, situando los tonos brillantes en primer plano y los oscuros detrás, incluyendo objetos de tamaño conocido a diferentes distancias para proporcionar una escala reconocible o, incluso, con un desenfoque de la escena que aumente con la distancia.

Según la manera que elijamos para representarla, encontraremos diferentes tipos de perspectiva:

Perspectiva lineal
Se simula logrando la convergencia aparente de líneas paralelas a medida que se alejan del punto de vista.

La costa quebrada es un paraje magnífico en el que capturar paisajes de gran profundidad. Las líneas convergentes simulan una perspectiva lineal que, en este caso, se reforzó con el uso de una lente gran angular extrema.

Perspectiva decreciente
Se simula con el tamaño relativo de los objetos, más pequeños cuanto más alejados se encuentran de nosotros.

Perspectiva aérea
Se simula con la calima o la neblina que reduce el contraste de las zonas más distantes.


Perspectiva tonal
Se simula con los tonos, pues los tonos claros parecen avanzar y los tonos oscuros retroceder.
Un sujeto claro sobre un fondo oscuro destaca con un marcado efecto de profundidad.

Perspectiva cromática
Se simula con los colores, pues los colores cálidos parecen avanzar y los colores fríos retroceder.
A mayor intensidad de los colores, mayor efecto.

Nitidez
La diferencia de nitidez en los distintos planos de la imagen da sensación de profundidad.
Se puede lograr a través de un desenfoque selectivo.

La escala

La escala es la proporción entre el tamaño del motivo y su imagen.

Con ella se transmite la sensación de las medidas reales de los elementos en relación con un elemento de tamaño conocido por el espectador. Muchas veces es el hombre.

Pero a veces querremos jugar precisamente a lo contrario, a evitar cualquier punto de referencia para confundir de forma deliberada al espectador. Esta ausencia de escala puede ofrecernos multitud de oportunidades creativas.

En esta imagen, es la figura humana la que nos proporciona la información sobre las dimensiones reales de las rocas de esta playa. Sin ella, la imagen perdería la referencia a su escala y transmitiría una sensación muy diferente.

El ritmo

Es el resultado de la repetición de líneas, formas, volúmenes, tonos o colores.

La repetición de un motivo aumenta la armonía de una escena. El ritmo permite, además, unir los diferentes elementos de la escena para conferirles unidad y fluidez. Y transmite sensación de continuidad.

Las composiciones con ritmo excesivamente rígido como las olas, campos de dunas, terrenos de cultivo, etc., se pueden romper con algún pequeño objeto discordante que atenúe su rigidez y proporcione un centro de interés

Cuando realizamos una toma en un hayedo, no estamos fotografiando árboles como entidades individuales sino la unidad que todos ellos forman: el bosque.

Por eso, en muchas ocasiones vemos fotografías en las que aparece, por ejemplo, la duna de una playa pero que incluyen un pequeño elemento que se convierte en el centro de interés, como una concha o la huella de una pisada.


Una vez determinadas las características posibles del encuadre y conocidas las diferentes decisiones que podremos tomar a la hora de fotografiar (¿qué formato utilizo? ¿vertical u horizontal? ¿qué lente es la más apropiada? ¿dónde sitúo mi punto de vista? ¿deseo simular una marcada perspectiva o prefiero una imagen más plana? ¿incluyo elementos que indiquen la escala de mi sujeto o prefiero que resulte ambiguo? ¿le confiero ritmo a mi escena?), el siguiente paso será analizar la forma de organizar los espacios, emplazar los diferentes elementos y situar el punto de interés para lograr nuestros propósitos compositivos. Todas estas cuestiones serán abordadas en el próximo artículo: “La organización del espacio (II)”.

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